Nos pasamos la vida buscando algo especial y diciendo a la gente cosas como "no cambies nunca", no lo entiendo; no entiendo ese miedo irracional a los cambios, será porque como ya he dicho otras veces, yo siempre he sido partidaria de eso de no hay mal que por bien no venga... Y que lo único que no tiene remedio es la muerte, como dicen las abuelas, y si alguien que ha vivido ya todo lo que tenía que vivir lo dice será por algo.
No nos paramos a pensar que los cambios se producen todos los días y a todas horas, normalmente no los percibimos porque son muy pequeños o simplemente porque se hacen de una manera tan sutil, lenta e insospechada que no seríamos capaces de decir qué es exactamente lo que ha cambiado ni por qué. Son esos cambios los que menos me gustan,esos en los que no eres capaz de decir cuál es la diferencia que marca la diferencia; normalmente ni te das cuenta de ellos y si no es así, es casi imposible encontrar respuestas a cualquier pregunta que hagas sobre el motivo de tal cambio. Sin embargo, si es un cambio brusco, repentino, aunque desconcierte cien mil veces más, las respuestas están casi siempre ahí, pero que si no las ves siempre habrá alguien que te las explique, lo que no quiere decir que las asimiles.
De estos últimos cambios he tenido uno esta semana, brusco, repentino, pero si he de ser sincera... se veía venir, tarde o temprano pasaría algo; también he de decir que hubiese apostado más por una indiferencia progresiva...
Para no ser menos, también hay cambios de los otros, porque aquí hay de todo ¡como en botica!, a parte de lo de antes, diré que me suelen cabrear estos cambios, no ser consciente de cuando se producen ni de cómo no me gusta. Tampoco me gusta lo poco conscientes que son de ellos las personas en las cuales se producen, ¿¡cómo no pueden darse cuenta!? creo que no quieren ser conscientes.
Definitivamente no sé, no sé cual es la diferencia que marca la diferencia...
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